Entrenar al PSG requiere de mucha mano izquierda. Saber llevar a este vestuario es un arte, pero no es suficiente para seguir en el banquillo. Christophe Galtier sabe que tiene un pie y medio fuera del club, cuestionado por las nueve derrotas que lleva en 2023. La liga parece encaminada pero el tropiezo de ayer contra el Lorient reaviva el debate del entrenador, una figura siempre controvertida en un club que no conoce lo que es la paciencia.





Con la frustración que supuso el adiós a la Champions, el PSG siente que se le está eternizando el final de temporada. Ayer, tras el choque, Christophe Galtier negó que hubiera una bronca interna: “No hubo gritos ni nada por el estilo. Sin embargo, es innegable que hay futbolistas por debajo de su nivel”, se atrevió a comentar el marsellés, que sin decirlo todo se le entendió absolutamente todo. El PSG ha perdido las ganas sin ni siquiera haber atado la liga.



Hablar de decepción se queda corto para este PSG pensado para triunfar. Más allá de la excusa de las lesiones, que de hecho retrata la mala construcción de la plantilla, el club asume abiertamente el cansancio mental de muchos: “Ha habido algo de complacencia. El equipo se ha rendido”, constató ayer Christophe Galtier, que exige un último esfuerzo a cinco jornadas para que acabe la temporada para evitar una debacle aún mayor.



Consciente de su posición, y sin querer perder el respeto del vestuario, el entrenador del PSG niega su enfado pese a que en privado no pueda esconderlo a su entorno cercano. La desconexión del grupo es total y las matemáticas obligan a reconectarse antes de que sea demasiado tarde. Abucheado por sus propios aficionados, el PSG entiende que tiene mucho más a perder que a ganar. Ocurre que ganar es obligatorio.



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